Opinión: Los números no mienten.

Se completó el segundo tercio de las fechas del torneo de Apertura 2016, y a estas alturas ya se pueden sacar conclusiones concretas y basadas en las frías pero no por eso poco realistas cifras. Se trata de un deporte en que todo se expresa en números y más allá de los estilos de juego, los planteamientos tácticos, las estrategias dentro y fuera de la cancha y/o la novedosa manera de analizar un juego que se inventó y desarrolló para medir 2 equipos según cuál de ellos convirtiera más goles en el arco contrario (y no quien se acercara porcentualmente más a sus inmediaciones) y recibiera menos tantos en el propio (y no quien fuera capaz de mantener porcentualmente más minutos el balón en los pies propios en desmedro de los que lo tuviese el adversario).

Luego de ello, las convenciones determinaron, como parte de las propias reglas del juego, que quien perdiera el encuentro no obtendría puntos y quien resultara victorioso obtendría inicialmente 2 – ahora 3 – repartiendo una unidad para cada cual en caso de empate (unidades medidas en cifras enteras, redondas y precisas y no en porcentajes).

¿Para qué sirven los porcentajes sin embargo? A juicio de este columnista sólo para explicar fracasos, para responder de manera indirecta por los mismos, o para ensalzar de manera más expresiva ciertos logros positivos. Pero, debo reiterar, haciendo una lectura indirecta de las cifras.

Un ejemplo: cuando se trata de publicar la cantidad de asistentes a los partidos como local de la “U”, basta y sobra con sumar las asistencias de cada uno de los partidos en esa condición y ya se tiene una cifra total que con sólo leerla y compararla con el resto de los equipos, resulta fácilmente legible como abrumadoramente superior. Nadie se confunde ni da vueltas innecesarias mencionando que la “U” llevó un porcentaje ‘equis’ del total de las asistencias a todos los estadios, ni que quien lo sigue en estos guarismos llevó tal o cuál porcentaje inferior. No hay para qué. Los totales son claros y categóricos. Disfrazarlos con el signo ‘%’ resulta casi una manipulación antojadiza de los resultados.

De ahí que seguir hablando de “porcentajes de posesión”, de “minutos porcentuales de tenencia del balón”, o de “porcentajes de rendimiento” parece ser cada vez más una desnaturalización de un juego de competencia entre el que gana (en unidades de goles) y obtiene más puntos (en unidades de cifras enteras), y el que pierde y recibe por lo tanto menos para su cómputo global.

En el caso de la “U” se ha visto publicado este fin de semana, tras el empate frente a Everton, expresado en resultados de partidos, en puntos y también en porcentajes, que la actual dupla técnica no saca ventaja alguna por sobre el anterior cuerpo técnico desafectado. Y esto en números puros y fríos, es una realidad que hay que asumir. Muchos opinarán que no sólo era Sebastián Beccacece y su equipo de apoyo el que no era capaz de hacer funcionar al equipo, y que nos equivocamos quienes creímos que no eran los apropiados para dirigir a la “U”. Están en su derecho sobre todo ahora que los magros números del actual equipo técnico los avala. Quien escribe, sigue pensando igual que el día en que se enteró de las primeras negociaciones para traer al rosarino a ponerse el buzo de DT de nuestro equipo: que nunca debió haber llegado y las razones, expresadas en mi columna de la semana pasada en la que sus responsabilidades personales y las compartidas con otros entes están allí definidas. Son evidentes.

¿Son Castañeda y Musrri tan malos como Beccacece?…, los números al menos así lo sancionan a primera vista. Pero, ¿eran estos técnicos los indicados para sacar a la “U” del precipicio en el que estaba cayendo progresivamente?… A simple vista parece que tampoco, dirán muchos. Pero el análisis no debe caer en esa simplificación tan básica, por mucho que los números sean claros y ‘hablen por sí solos’.

El tema es que el equipo está jugando prácticamente igual que con Beccacece. Que los jugadores son prácticamente los mismos, tanto en la integración de los equipos que salen a la cancha como en la función que se les asigna en la misma. Que pese a que V.H. Castañeda anunció que con ellos la “U” jugaría con línea de 4 defensores, se le ha visto experimentar con formaciones iniciales de 3 al fondo. Que aún cuando también anunció que J. Beausejour jugaría más arriba y no como lateral, eso no se ha concretado. ¿Cuáles son por lo tanto las grandes modificaciones tácticas demostradas? La presencia de M. Rodríguez en funciones más adelantadas, más libre de mitad de cancha hacia arriba. La presencia como titular reiterado de F. Schultz en desmedro de S. Martínez. La mayor cantidad de minutos para M. Briceño en un inicio, y últimamente de N. Ramírez. La salida del equipo de J. Leiva y de Y. Leiva. Y el resto, todo igual. La reiteración de la dupla de defensores C. Vilches y A. Contreras y de los gruesos errores del primero de ellos. La presencia de G. Fernández en una posición y función que no siente ni es productiva, como enganche. La mantención de L. Reyes en función de único corte, pese a la enorme irregularidad de su nivel. La determinación de que G. Lorenzetti sea un ‘todocampista’, que marque, conduzca y cree al mismo tiempo en un partido…, y no termine haciendo a plenitud ninguna de esas tareas. La decisión que F. Mora sea el único en punta y así no se concrete lo poco que se genera en el área rival (situación como en la mayoría de los casos ‘heredada’ de la conducción técnica anterior). O que entre otras cosas a F. Carmona, las pocas veces en que se decide utilizarlo, se le encarguen tareas de marca cuando no es su especialidad y se le retrase de la posición en que más productivo resulta y en la que lució en su etapa formativa: llegando al área y convirtiendo goles.

Así las cosas, insistiendo con lo mismo, reiterando errores de apreciación sobre las capacidades o habilidades de ciertos jugadores, justificando las derrotas porque “a gusto personal la “U” jugó bien”, o intentando emular a otros técnicos que para ‘salir jugando’ utilizan la manoseada táctica de utilizar la broma, la ironía o el diálogo con contra-preguntas en las conferencias, el destino sólo parece estar señalado para algo peor a lo que estamos viendo.

Quedan sólo 5 partidos, pero que en la práctica son 15 puntos. Tiempo, aun cuando es poquísimo, queda para reaccionar. Pero para ello la estrategia debe ser otra. La aplicada claramente, en los métodos de trabajo, en las arengas o en las explicaciones ante los medios, no resultó y hay que cambiarla. O, los números castigarán de manera más dura a quienes son históricos y queridos por el hecho de haberse atrevido a tomar el equipo en circunstancias difíciles, pero sobre todo por no haber mostrado capacidades diferentes. Y eso no es justo para nadie.

 

Por Jaime Aguirre Dueñas/ @jaimeagUirred, director de @Cienx100Azules.

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