Por Jaime Aguirre Dueñas, @jaimeagUirred. Director @Cienx100Azules
En las diferentes actividades y situaciones de la vida, los seres humanos nos trazamos planes, depositamos nuestras ilusiones en sueños y realidades, y por lo general iniciamos los días pensando en que lo peor quedó en el pasado y lo que viene será superior en logros y en el cumplimiento de expectativas individuales o grupales. La propia vida y otras personas sin embargo, se encargan de hacernos ver muchas veces que no todo, o casi nada, depende de lo que soñemos, ilusionemos o nos propongamos. Y que en cada meta que nos tracemos, deberemos estar dispuestos a modificar el o los planes iniciales si mantenemos la esperanza de que finalmente lo propuesto se puede conseguir. El ‘plan B’ no debe descartarse nunca, sobre todo si las convicciones son fuertes y las bases en que se sustentan las mismas son honestas.
El deporte es una de las actividades que con mayor frecuencia nos sirve para darnos cuenta de lo anterior. Quien lo practica, quien lo sigue y quien vive su vida en torno a una actividad física desde cualquier lugar, incluso la del espectador, es el mejor ejemplo para demostrar lo anterior. El deportista se prepara creyendo firmemente en sus posibilidades y habilidades, y al igual que su espectador se forja metas e ilusiones personales y colectivas, trabaja consciente y concentradamente en pos de los objetivos y si los consigue o triunfa, siempre querrá ir por más. Si por el contrario no se obtiene lo buscado, al instante o al día siguiente debe estar de pie para empezar a trabajar corrigiendo lo que no le permitió lograr su meta, pero manteniendo muy en alto sus convicciones. La esperanza de que lo siguiente podrá ser mejor.
El fútbol tiene mucho de todo esto: trabajo, constancia, perseverancia, dedicación, convicción, concentración, ilusiones, sueños y esperanzas. Lealtad con las ideas personales y del grupo.
En el caso de la “U”, esto explica muy claramente las razones por las cuales se mantienen simultáneamente la adhesión de parte de los hinchas y simpatizantes, con las ilusiones y sueños por verla recorrer caminos felices, los malos resultados dentro y fuera de la cancha y la esperanza de que, alguna vez, las cosas cambien favorablemente.
El paso que está dando por estas horas la concesionaria que administra el club, respecto a la elección y designación de un nuevo Gerente Deportivo, debiera tomarse como una gran oportunidad. La oportunidad de elegir muy bien a quien, desde ese puesto, haga desaparecer las dudas o evidencias en torno a que muchos de quienes detentan los cargos directivos no manejan los conceptos futbolísticos mínimos y necesarios para tomar decisiones o cursos de acción relevantes para el presente y el futuro de la institución. Que el nuevo designado o contratado sea quien tenga la autoridad suficiente, desde el punto de vista profesional, para dar una opinión y que ella sea respaldada tan simplemente porque es el experto en los temas. Porque es el único que sabe, o el que más sabe. Que haya la certeza más absoluta además de que, dada la naturaleza del cargo, esté libre de compromisos personales o familiares que induzcan su accionar para el beneficio propio o de sus relaciones, antes que el del club.
La “U” viene saliendo de una etapa en la que los caprichos personales de un DT la obligaron a reformar prácticamente todo lo que había, no sin una gran inversión o un desangre económico, y está en una etapa en la que se ha caminado muy lentamente y en base a apuestas hasta acá muy temerarias. Un nuevo técnico que desde sus logros más parece un perfecto desconocido y un nuevo jugador extranjero del que se sabe aún menos y cuyo currículum genera muchas dudas. Con todo esto, lo anterior y lo actual, estuvo relacionado el saliente Gerente Deportivo y contra toda esta evidencia deberá lidiar quien lo sustituya.
Pero la esperanza es lo último que se pierde. En la vida, en el deporte, en el fútbol y en la “U”. Sólo queda tener la ilusión de que quien asuma la conducción de esta área, tal vez la más importante del club, sea un experto con todas sus letras. Más allá de si es “amigo de” o si está más cerca de la cúpula directiva. El mejor presidente de una empresa o compañía, y el que quiere conducirla con una gestión exitosa, es el que elige a verdaderos profesionales especialistas para sus gerencias, independiente de que en el ‘ambiente’ tal vez no sean muy conocidos. No perdamos la esperanza que así sea.
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