Hay frases que a veces sirven para conformarse. Otras, que son simples y claras para explicar ciertas cosas. Hay las que se expresan mediante parábolas o mediante aseveraciones fundadas. Otras frases son las que solemos encontrar para dejar sin opción de contra-preguntar a quien nos interpela o para aprovechar la ocasión para enseñar o educar a quien consideramos no tiene los conceptos tan macizos como nosotros los hemos logrado llegar a manejar.
Lo que pasa en la “U” no se puede seguir explicando con palabras vacías, con lugares comunes y mucho menos con lindos ‘versos o discursos para la gallada’…, porque esta ‘gallada’ ya no tolera más que se le intente convencer cuando no se refleja real intención de ser transparente y abiertamente sincero con lo que dice. Y quiero hacer la necesaria disquisición: ser sincero no es lo mismo que ser franco. Porque intentando ser franco, se corre el riesgo de dejarse llevar por un tema de carácter anímico o de temperatura sanguínea y perder el control entre lo que se piensa y lo que se debe expresar para reflejarlo con nitidez. Y agredir u ofender incluso, sin necesidad de habérselo propuesto.
En opinión de quien escribe, en estos últimos 12 días en la “U” pasaron cosas relacionadas con lo que se debe decir, el momento en que se lo debe hacer y el tono y contenido de lo expresado. En menor grado podría también considerarse la posición y condición de quien lo dice. Hay quienes debe tener derechos exclusivos a pronunciarse, porque inspiran respeto, credibilidad y/o tienen ascendiente sobre quienes reciben sus mensajes, y hay quienes no debieran siquiera asomarse a tratar de explicar nada porque carecen de todo lo anterior a ojos de aquellos a quienes debe ir dirigido el mensaje. Es el caso de un funcionario del club con alto rango en base al cargo que detenta – el Director Ejecutivo don Pablo Silva – puesto que no es un hombre conocido en el fútbol (menos en la “U”), y porque deja la impresión que el escenario en que está puesto no es el más cómodo para sus habilidades profesionales especialmente cuando se trata de enfrentar a los medios. Ahí, un clásico caso de carencia de ascendencia. Nadie pretende decir que miente cuando está frente a cámaras y micrófonos, pero su relato no consigue transmitir la sinceridad ni la credibilidad que se merece gente que está expectante por saber qué piensa o cómo explica las cosas de manera oficial la dirigencia. Y esto no intenta ofenderlo. Hay gente que es hábil para ser vocero y la gente le cree, y hay otros cuyas palabras no capturan adeptos porque no despiertan las confianzas.
¿Tenía derecho el capitán Johnny Herrera a expresar lo que dijo, en el lugar que dijo, en el momento que lo dijo y en el tono que utilizó? A juicio de este columnista claramente sí lo tenía. No ofendió, no descalificó, no agredió verbalmente a nadie. Que si ¿debía haberlo dicho antes y al interior del grupo? Probablemente que sí, pero como es un grupo hermético tampoco uno puede aseverar desde afuera si lo hizo o no. Y si ‘se salió del libreto’, existen instancias privadas y hasta sanciones internas cuando se traspasan ciertos límites.
¿Tenía derecho el presidente Carlos Heller a disparar genéricamente, pero a raíz justamente de una pregunta acerca de las expresiones de Herrera, con términos como “cabrones”, “vacas sagradas” y amenazar diciendo que “se acabó la buena onda”? ¿Era aconsejable que dejara de manifiesto algo que nadie duda a partir de la comprobación que permiten sus propios actos que “aquí mandamos los directores y nadie más”? ¿Hacía falta enfatizar con esa prepotencia? Categóricamente, según quien firma, No.
Entonces es cuando uno trata de explicarse lo que pasó y no le queda otra que caer en esas frases que son casi ‘proverbios’ o meros ‘refranes’… “las desgracias no vienen nunca de a una…”, o “a confesión de parte relevo de pruebas…”, u otras como “no hay peor ciego que el que no quiere ver…”. ¿Qué tienen en común?, con cualquiera de ellas uno suele conformarse, pero en el fondo dicen muy poco o no dicen nada. Y lo que uno busca es justamente lo contrario. Explicaciones claras. Voces definidas. Palabras precisas.
Cuando las cosas están tan mal en lo deportivo. Cuando los nombres de los técnicos con los cuales se ha intentado tratar de traer al primer equipo no logran, ninguno de ellos, encantar, convencer ni tranquilizar a alguien entre los hinchas y simpatizantes del equipo. Cuando las cifras de rendimiento ya hace un rato son tan pobres. Cuando el futuro se ve tan incierto, es cuando los mensajes deben ser más claros, positivos y optimistas. Es cuando en definitiva más Inteligencia Emocional se exige a quien debe ser una autoridad que a través de ese atributo despierte respeto y admiración. Se hace justamente, una vez más, todo lo contrario.
¿En qué momento y porqué llegamos a esto? A este columnista por lo menos le es difícil precisar el instante en que las cosas empezaron a ser así. Pero si puede estar seguro que por el camino que se ha estado siguiendo, las posibilidades de que se corrija el rumbo y se re-encauce esta máquina son crecientemente más distantes cada día. Y llegará el momento en que ni los refranes ni los proverbios, ni los lindos versos servirán para satisfacer a la gran población de hinchas azules repartidos por el país y el mundo que parece ha perdido todo atributo de paciencia.
Pero el amor por la “U” de esa enorme cantidad de gente es tan inconmensurable, que bastará una seguidilla de buenas noticias y de frases humildes y sinceras, que contengan el reconocimiento de los errores y las solicitud de disculpas por lo que haya que ser disculpados, para modificar en algo al menos lo que hoy tiene a tantos y tantas tan irritados y violentados. Y eso no es esperar la humillación de nadie. Sólo es aspirar a un cambio positivo.
El dueño de casa tiene la palabra, pero que sea él quien dé la cara. No un funcionario ni mucho menos el presidente a través de una videoconferencia.
Por Jaime Aguirre Dueñas/ @jaimeagUirred. Director de @Cienx100Azules
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